martes, 16 de noviembre de 2010

ENSAYO

DETRÁS DE UN GRAN HOMBRE, UNA MUJER SORPRENDIDA

NANCY E. RIVERA H.

Por largas décadas, circuló en todas las esferas sociales la frase: “Detrás de un gran hombre, una gran mujer”, frase que hacía notar en forma expresa  un papel secundario de la mujer en su rol social, económico y político; sin embargo, aun así era motivo de orgullo para toda mujer que se sentía aludida con dicha frase. Asumiendo ser un factor fundamental para el éxito del hombre, con lo que se consideraba indispensable y eso la halagaba.

No obstante,  el otro día, leí (en uno de esos correos que te envían sin que lo desees) la siguiente frase: “Detrás  de un gran hombre, una mujer sorprendida” y la verdad, en la primera lectura, me provocó una sonrisa; porque, además, estaba precedida de una serie de frases que hablaban en forma jocosa de la mujer de antes y la de ahora. Pero, al mismo tiempo, fui tratando de comprender la magnitud de la frase ¿Acaso hay tan pocos “grandes hombres” en esta época que al verlos exitosos, talentosos, generosos, sensibles… nos pueden dejar pasmadas?

Y esta pregunta inevitable trajo a acolación una preocupación que me ronda en estos últimos años. Cuando veo, en los  colegios, que año tras año los promedios más destacados lo obtienen las mujeres; en los deportes, quien lleva la antorcha olímpica, en los últimos años, son mujeres;   la escolta está conformada,  en la mayoría de los colegios, por mujeres. Cuando hay concursos y se presenta algún varón nos alegramos enormemente y aplaudimos con mayor énfasis ¿Qué está pasando? ¿Acaso estamos en la era del ocaso de los hombres?

Creo que no, lo que sucede es que estamos viviendo en una época de reacomodo social, en que la mujer al tener acceso a la cultura y a la educación está demostrando que es tan capaz como el hombre en desarrollarse en todos los ámbitos que exige  la sociedad. Sin embargo, al parecer, el hombre no está preparado para ello ya que desde la familia todavía se le forma con cierto aire de superioridad sobre la mujer; por lo tanto, cuando ve a una compañera del colegio desempeñándose en forma destacada tiene un primer impacto y prefiere, en el mejor de los casos, hacerse a un lado. A esto hay que sumarle que el desarrollo psicológico del adolescente va en diferentes tiempos, tanto en varones como en mujeres. Es así que mientras las chicas de segundo  están mirando a los chicos de quinto, sus compañeros están pensando en sus héroes animados. Entonces se ven forzados a acelerar su desarrollo. Más aún cuando sus profesores revisan sus trabajos muchas veces toman como modelo el trabajo de las estudiantes que por su naturaleza va impreso de cierto toque femenino: colores, flores, stickers, etc. Que hacen que ameriten algunos puntos adicionales en sus calificaciones.  A  diferencia de los trabajos de los estudiantes  varones que está exento, en la mayoría de veces, de estos detalles.  Por lo tanto, a lo que antes era una homogeneidad a los ritmos de aprendizajes ahora es una homogeneidad a las diferencias de género. A esto hay que sumarle, los programas de televisión, que muchas veces presentan animadores vestidos de mujer e imitando conductas femeninas. Actitudes que denigran el rol del varón en la sociedad.
Si bien es cierto,  la escuela mixta favoreció a las relaciones interpersonales entre varones y mujeres, tal como se da en la sociedad. Además de dar un  toque de equilibrio  en cuanto a la conducta y agresividad de los varones, volviéndose más expresivos y comunicativos con las mujeres. Sin embargo, esto no ha favorecido a los varones en su rendimiento académico, por el contrario cada vez son menos los que se ubican en el tercio superior en sus colegios.
Nuestros estudiantes, entonces, se encuentran frente a una realidad adversa, que no le permite desarrollarse naturalmente. ¿Qué hacer entonces?

En primer lugar, debemos de empezar en la familia, asumiendo que si bien es cierto hombres y mujeres tienen los mismos derechos, pero, también son diferentes emocionalmente y físicamente; así como en sus  actitudes, en sus roles ante la sociedad y la familia.

En segundo lugar, los maestros debemos considerar que tanto hombres y mujeres aprenden de manera distinta. Mientras que las mujeres son más metódicas y organizadas; los varones son más prácticos, rápidos en tomar decisiones, etc. Ambas características válidas y favorables para el aprendizaje. Entendiendo que unas complementan a otras. Y que en el momento de evaluar debemos considerar esas diferencias. Y no pretender, por ejemplo, que varones entreguen un trabajo con la misma forma y diseño que el de las mujeres.

En tercer lugar, la sociedad y los medios de comunicación juegan un papel fundamental en este aspecto; ya que nos presentan una realidad muchas veces inexistente con hombres y mujeres estereotipados.

Finalmente, no creo que la escuela diferenciada pueda ser una solución. Pero, sí creo que se deben crear espacios académicos diferenciados dentro de las escuelas. Así como espacios mixtos de interrelación entre alumnos y alumnas. Creo que ambos extremos no son favorables en forma absoluta; mas, combinando formas de ellas dentro de las escuelas, sería favorable para ambos; tanto para su desarrollo académico, como emocional. De esta forma, tal vez, podríamos decir que “Al lado  de un gran hombre, una gran mujer” o “Al lado de una gran mujer un gran hombre”.

CUENTO

CUENTO DE NAVIDAD
 
Nancy Edith Rivera H.
 
Abordaron un auto  Tico, en el centro de Lima; y  se acomodaron en los asientos traseros. Al subir ella reparo en el conductor, éste mirando al esposo de ella, preguntó: -¿Dónde compró ese pantalón de corduroy?-Hace tiempo que quiero comprar uno y no sé dónde. Ellos se miraron extrañados por la confianza  que se tomó el hombre. Ella nuevamente volvió a reparar en él. Era alto, atlético, de unos treinta y cinco años, tenía  porte militar. Traía puesto un polo blanco. -¿Hacia dónde van?- preguntó -A la plaza San Miguel- respondieron sus ocupantes. El auto partió presuroso por las calles de Lima, dejando atrás la ciudad histórica y adentrándose por las calles poco transitadas de otros distritos.

El auto avanzaba con sus silenciosos y pensativos pasajeros por la Av. Universitaria. Cuando de pronto, un Mercedes Benz, último modelo, se atravesó en el carril del Tico y se ubicó delante de éste, ganándole el espacio. Unos metros más adelante el semáforo en rojo detuvo los vehículos. Delante estaba, el Mercedes dorado, intempestivamente, el atlético conductor bajó del Tico. Avanzó en dirección al dorado auto y lo golpeó enfurecido, varias veces, con manos y pies. Los otros autos empezaron a moverse, la luz verde les indicaba que avancen. El conductor del Tico corrió hacia su auto y continuó la marcha, ante la mirada atónita de sus ocupantes. Que se habrá creído abusivos creen que porque tienen plata pueden hacer lo que quieren  si no freno me chanca el auto pudo haber un accidente.

Los pasajeros: padre, madre e hijo; habían salido desde temprano, a pasear y comprar todo lo necesario para la cena navideña. La ropa para el pequeño hijo, ya lo habían comprado con anterioridad. Esto era una rutina que realizaban en  los últimos años. Siempre salían con dirección a San Miguel, pero esta vez decidieron ir primero al centro de Lima. Se les había hecho tarde para el almuerzo; por eso, decidieron abordar el Tico rojo; que fue lo primero que encontraron, al salir presurosos de una tienda comercial. Otros años, antes de realizar las compras en San Miguel almorzaban en una Feria de comida criolla que se realizaba  por esos días cálidos de diciembre. Este año pensaban hacer lo mismo. Total, tenían todo el tiempo del mundo para ellos tres.

El esposo había  sufrido diez días antes una parálisis facial, estaba en un tratamiento para recomponer su rostro que había quedado deformado. Pero aun así eran dichosos, eso no opacaba su felicidad; por eso, desde temprano después de un delicioso desayuno se dispusieron a salir, como cada 24 de diciembre, cada uno con algo que leer para el camino. Ella, una revista; él, sus periódicos; el niño, su manga japonesa.

El semáforo había detenido nuevamente los autos, pero esta vez el auto dorado estaba detrás del auto rojo, después de otros dos autos. De pronto, la puerta del Mercedes se abre y baja una corpulenta mujer de aproximadamente un metro setenta de estatura, con un cabello castaño claro ensortijado, que le llegaba a los hombros moviéndose al compás del viento. Llevaba puesto un vestido rojo y zapatos de tacones altos; y en sus manos, una pistola.

Yo estaba aterrada, pensaba en mi pequeño hijo y en mi esposo convaleciente de la parálisis facial. ¿Qué hacer? Atiné a quedarme en silencio. Dios mío que va a pasar aquí protégenos.

La mujer, la del cabello ensortijado, apuntó la pistola en la cabeza del hombre; al mismo tiempo que decía: "Basura, cómo te atreves a golpear mi auto. ¡Sal afuera!" -¿Qué crees? ¡Qué te voy a tener miedo!- Respondió enfurecido el hombre.  Sus ocupantes, aterrados, temiendo por sus vidas, estaban paralizados. Tengo que proteger a mi hijo como salgo de aquí Dios tú que eres poderoso y omnipotente protégenos. El esposo, que se sentaba al lado derecho, abrió la puerta del auto repentinamente, y arrastró a su esposa e hijo hacia afuera. Los autos comenzaron a avanzar, la mujer, inevitablemente corrió a su auto.  Y comenzó la persecución.

Los autos avanzaban presurosos, por las calles frías, de la Av. Universitaria. Entre ellos, un  Mercedes  dorado y un Tico rojo. El padre, la madre y el hijo miraban desde lejos sin comprender lo que había sucedido.

lunes, 15 de noviembre de 2010

CUENTO

EL HERMANO MAYOR

Por: Nancy Edith Rivera H.
Había llegado al mediodía, tres horas de viaje, en todo este tiempo los recuerdos le venían a la mente como si fuera ayer. Alisten los caballos bajen para que suba el negro con sus hijos  la china también ha llegado  que bajen también los burros. El recuerdo de su tío: su hospitalidad, su generosidad con la familia, las reuniones familiares; recuerdos de infancia, cuando viajaba con sus padres y hermanitos. Todo era tan cercano y lejano a la vez. Margarita su esposa nos recibía con una sonrisa y los brazos abiertos ya el almuerzo está listo. Sobre la mesa estaban tendidas las papas y una vasija de rocoto molido con cebolla y queso, los platos humeantes donde se distinguía un trozo enorme de carne, era el puchero más sabroso que había probado. Las lágrimas cayeron por sus mejillas, tantos años habían pasado. Y en que circunstancias ahora regresaba a ese pueblo de infancia.
Su tío Waltoni, como le llamaban, era el mayor de todos; fuerte y enérgico como suelen ser los hombres de campo; a quien se le encargó la protección de su madre cuando partió el abuelo. Siempre se sentaba a la derecha de su padre y continuaban en el círculo sus siete hermanos, hermanas, cuñadas, sobrinos y sobrinas y de vez en cuando algún invitado. Todos habían llegado hasta su casa en Allauca1, por hermosas montañas, verdes chacras con hileras de maíz y habas; el agua caía de los riachuelos como diminutas cataratas que se pierden por la tierra fértil.  Todos estaban allí, con cintas, confites y caramelos para realizar la fiesta de las reses. Él, el mayor de todos, contaba sus anécdotas, sus logros en el campo, siempre palabras de optimismo, con su voz pausada y firme, provocando miradas de admiración en los niños. Sube cholo al caballo, había de decir a uno de sus sobrinos que miraba sorprendido y maravillado a los alazanes, y en su rostro de hermano mayor se mostraba un gesto de orgullo al ver a quien representaba la continuidad de su familia, no va a pasar nada aquí vamos para que conozcas las reses y las chacras de tu abuelo.
En las tardes, mi tío, se perdía  a lo lejos   montado en su caballo Moro, con una hermosa montura que le había regalado su padre. Regresaba dos horas después, con su sombrero de paño negro y de alas breves, cansado, acompañado de jóvenes jinetes que le ayudaban en su labor de esas tardes: traer a las reses desde donde pastaban hasta sus corrales.
Durante las Fiestas Patrias, cuando llegaba a Matucana2 con su mamá y sus hermanitos, veían en las calles unos afiches con el título de “Gran Corrida de Toros”. -¡Miren allí está el nombre de tu tío! Les decía su madre señalando el afiche. ¿Dónde en ese aviso?  Sí, son los toros de tu tío, van a traer a los más bravos. ¿Cómo los traen mamá? Ya ellos saben.
El día de La gran fiesta, las calles estaban llenas de gente que esperaban ver a los bravos bajar de las alturas. Todos  buscaban ingresar a la plaza para evitar algún accidente; otros, avanzaban en columnas hacia el cerro, para ver mejor el espectáculo o ahorrarse el pago de la entrada. En la plaza, la concurrencia se acomodaba buscando la mejor ubicación, los vendedores iban y venían, los niños se sujetaban de sus mamás, los señores levantaban sus sombreros en señal de saludo, los enamorados cruzaban miradas cómplices, los borrachos caminaban de un lado a otro balbuceando algunas frases incomprensibles.
De pronto, se escuchaban los aplausos, los toros ingresaban a la plaza e inmediatamente avanzaban hasta el corralón como si supieran la rutina. Los niños se quedaban obnubilados viendo el espectáculo. Pobres toritos que pasará con ellos los van a matar que bonito es ese. A lo lejos se escuchaba las notas musicales de la banda de Sunicancha3 acompañada de gritos de ¡ole!, ¡ole! La diversión estaba por comenzar.
Así como esas tardes de agosto, Eriberto partió  montado en su caballo Moro, descendiente  de aquel alazán que le había acompañado en sus años mozos. Hace poco había lidiado con otros corceles en la famosa carrera de San Juan de Iris4. Él, el mayor de todos, se perdió en el camino ondulante de Allauca a realizar la labor de todas las tardes, con su sombrero de paño negro y de alas breves. Una vaquilla se había desviado del camino, picó al caballo, éste galopó recordando su gloriosa competencia. Él ya no era aquel mozo de aquellas  tardes de agosto, cayó del caballo, ante la mirada atónita de un pastorcito que pasaba por allí con sus ovejas.
Ella  miró el paisaje de Lima que dejaba: el cielo gris, la calle triste, peatones que    iban y venían presurosos en llegar a su destino, conductores irascibles, vendedores  ofreciendo tunas y manzanas. Era domingo 27 de junio, un día antes había recibido la noticia, había llorado mucho. Comprendió la fugacidad de la vida, hacía dos años que había partido su abuela, la de generosa sonrisa. Suspiró profundamente y su mirada se perdió en el horizonte.
                                                                  
1 Allauca: anexo del distrito de Matucana, provincia de Huarochirí.
2 Matucana: Capital de la provincia de Huarochirí.
3 Sunicancha: Banda Sinfónica Sunicancha – Huarochirí.
4 San Juan de Iris: Distrito de la provincia de Huarochirí.