martes, 16 de noviembre de 2010

CUENTO

CUENTO DE NAVIDAD
 
Nancy Edith Rivera H.
 
Abordaron un auto  Tico, en el centro de Lima; y  se acomodaron en los asientos traseros. Al subir ella reparo en el conductor, éste mirando al esposo de ella, preguntó: -¿Dónde compró ese pantalón de corduroy?-Hace tiempo que quiero comprar uno y no sé dónde. Ellos se miraron extrañados por la confianza  que se tomó el hombre. Ella nuevamente volvió a reparar en él. Era alto, atlético, de unos treinta y cinco años, tenía  porte militar. Traía puesto un polo blanco. -¿Hacia dónde van?- preguntó -A la plaza San Miguel- respondieron sus ocupantes. El auto partió presuroso por las calles de Lima, dejando atrás la ciudad histórica y adentrándose por las calles poco transitadas de otros distritos.

El auto avanzaba con sus silenciosos y pensativos pasajeros por la Av. Universitaria. Cuando de pronto, un Mercedes Benz, último modelo, se atravesó en el carril del Tico y se ubicó delante de éste, ganándole el espacio. Unos metros más adelante el semáforo en rojo detuvo los vehículos. Delante estaba, el Mercedes dorado, intempestivamente, el atlético conductor bajó del Tico. Avanzó en dirección al dorado auto y lo golpeó enfurecido, varias veces, con manos y pies. Los otros autos empezaron a moverse, la luz verde les indicaba que avancen. El conductor del Tico corrió hacia su auto y continuó la marcha, ante la mirada atónita de sus ocupantes. Que se habrá creído abusivos creen que porque tienen plata pueden hacer lo que quieren  si no freno me chanca el auto pudo haber un accidente.

Los pasajeros: padre, madre e hijo; habían salido desde temprano, a pasear y comprar todo lo necesario para la cena navideña. La ropa para el pequeño hijo, ya lo habían comprado con anterioridad. Esto era una rutina que realizaban en  los últimos años. Siempre salían con dirección a San Miguel, pero esta vez decidieron ir primero al centro de Lima. Se les había hecho tarde para el almuerzo; por eso, decidieron abordar el Tico rojo; que fue lo primero que encontraron, al salir presurosos de una tienda comercial. Otros años, antes de realizar las compras en San Miguel almorzaban en una Feria de comida criolla que se realizaba  por esos días cálidos de diciembre. Este año pensaban hacer lo mismo. Total, tenían todo el tiempo del mundo para ellos tres.

El esposo había  sufrido diez días antes una parálisis facial, estaba en un tratamiento para recomponer su rostro que había quedado deformado. Pero aun así eran dichosos, eso no opacaba su felicidad; por eso, desde temprano después de un delicioso desayuno se dispusieron a salir, como cada 24 de diciembre, cada uno con algo que leer para el camino. Ella, una revista; él, sus periódicos; el niño, su manga japonesa.

El semáforo había detenido nuevamente los autos, pero esta vez el auto dorado estaba detrás del auto rojo, después de otros dos autos. De pronto, la puerta del Mercedes se abre y baja una corpulenta mujer de aproximadamente un metro setenta de estatura, con un cabello castaño claro ensortijado, que le llegaba a los hombros moviéndose al compás del viento. Llevaba puesto un vestido rojo y zapatos de tacones altos; y en sus manos, una pistola.

Yo estaba aterrada, pensaba en mi pequeño hijo y en mi esposo convaleciente de la parálisis facial. ¿Qué hacer? Atiné a quedarme en silencio. Dios mío que va a pasar aquí protégenos.

La mujer, la del cabello ensortijado, apuntó la pistola en la cabeza del hombre; al mismo tiempo que decía: "Basura, cómo te atreves a golpear mi auto. ¡Sal afuera!" -¿Qué crees? ¡Qué te voy a tener miedo!- Respondió enfurecido el hombre.  Sus ocupantes, aterrados, temiendo por sus vidas, estaban paralizados. Tengo que proteger a mi hijo como salgo de aquí Dios tú que eres poderoso y omnipotente protégenos. El esposo, que se sentaba al lado derecho, abrió la puerta del auto repentinamente, y arrastró a su esposa e hijo hacia afuera. Los autos comenzaron a avanzar, la mujer, inevitablemente corrió a su auto.  Y comenzó la persecución.

Los autos avanzaban presurosos, por las calles frías, de la Av. Universitaria. Entre ellos, un  Mercedes  dorado y un Tico rojo. El padre, la madre y el hijo miraban desde lejos sin comprender lo que había sucedido.

1 comentario:

io pzz quien mass dijo...

buen cuento